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sábado, 25 de junio de 2011

La noche fue madurando un sentimiento oscuro, recien nacido de las entrañas de un nuevo amor, un amor con fecha de caducación, un amor que al nacer ya sabia que tenia un final, no en "algún momento" como todos, este final era a corto plazo, tenia la fecha límite impresa en la frente.

Y la noche fue pasando y ese sentimiento fue inundando cada vez más mi corazón que daba los últimos manotazos de ahogado en este mar de dolores y alegrias que es la vida.

Y la noche se hizo mas oscura, y luego progresívamente mas clara al mismo tiempo que los pájaros comenzaban a musicalizar el clásico domingo gris, y yo seguia con un gran peso a cuestas, con un dolor ya crecido, molesto, insoportable, que se habia desarrollado a base de todas mis alegrías, era gigante.

Y llegó la mañana con un bostezo que escondia un horrible, seco, apagado y desgarrador grito, un grito de herido de muerte, un grito de dolor, un grito que me despertó y me partió la cabeza tan silenciosamente, tan sutílmente, bajo el disfraz de un bostezo normal, corriente, no muy fuerte, que me hizo advertir que era tarde, que era otro día y que el tiempo pasaba rápido, todo esto sin dejar de ser un pequeño soplido de mis pulmones pero a pesar de su simpleza, y mató mi sentido, mató mi felicidad, mato mi lógica.

Ya no puedo dormir, ya no puedo vivir, que alguién me parta la cabeza, que queme lo que quedó vivo de mi, ya que es todo dolor, nada puede servir.

Y hoy solo recuerdo esa mañana, que llegó con un bostezo, que escondia un frio y cortante grito de dolor.

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